Los efectos de la crisis económica que atraviesa Brasil se han dejado
sentir en los pasillos de la semana de moda paulistana. El evento ha
adoptado un formato más pequeño, más concentrado, y en los pasillos se
habla del fin de los creadores de productos de gama media (desaparecidos
entre la alta costura y la moda de consumo rápido) y hasta de la
escasez de materias primas en el mercado brasileño. “En 1990, el
presidente Fernando Collor de Mello
abrió los puertos de Brasil a las importaciones de tejidos, que hasta
entonces estaban prohibidas. Eso, sin previo anuncio y sin planificación
alguna. Muchas empresas quebraron, y el sector textil nacional no se ha
recuperado desde entonces. Los tejidos pasaron a ser importados y, hoy,
con el dólar a cuatro reales, las cosas han empeorado ”, explica Gloria
Kalil. Complicado buscar una identidad propia, opina la especialista,
cuando el propio Brasil no valora su industria.
“Las marcas que consiguen un equilibrio entre el lado autoral y el
comercial son las que están funcionando mejor en el mercado”, dice la
editora. Para ella, estilistas revelados por la SPFW, como Alexandre
Herchcovitch, Oskar Metsavaht y Reinaldo Lourenço, son exponentes de la
moda brasileña que transitan perfectamente entre la cara y la cruz.
“Alexandre, que es uno de los brasileños conocidos también en el
exterior, tiene un universo personal riquísimo y sus colecciones
reflejan de manera muy fiel esa identidad”, afirma sobre el estilista
que abrió esta edición del evento con una colección rigurosa, que pasea
con fluidez por el punk y el pop.
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