Tatuajes clandestinos

Tatuajes clandestinos: así es la nueva moda en Corea del Sur

 

Si te portas mal en Corea del Sur alguien alza el dedo y dice: «¡Deberían tatuarte!». Y deberías sentir el peso de tal reproche, porque en este país, hasta hace muy poco sólo los verdaderos canallas llevaban tinta alojada en la piel.
Hablo de gente indeseable como los objetores del servicio militar obligatorio, que se tatúan para evitar ser reclutados, o los temibles gánsteres de Gangpae, los Yakuza surcoreanos, que esconden tigres, dragones y peces koi bajo sus trajes como prueba de valor y compromiso con su clan.
Hace poco más de una década que los marginados y los mafiosos de la República de Corea han dejado de ser los únicos con la piel marcada.
En 2015 el crimen organizado también se nutre de jóvenes modernos que se juntan para alquilar sótanos y compartir recambios de tinta de colores para sus pistolas. Son tatuadores ilegales, criminales del body art, y según cifras del Gobierno hay unos 20.000 trabajando de forma clandestina en todo el país.
No son delincuentes violentos, pero tienen sus propios sistemas de autodefensa y vigilancia: resulta imposible dar con la localización exacta de sus estudios. Lo más común es encontrar páginas de Facebook y blogs con fotografías de sus obras, y contactar con un intermediario a través del chat o un número de teléfono

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